Se estima que la agricultura surge aproximadamente hace diez mil
años. La evidencia más antigua que se tiene de la actividad agrícola se
localiza en lo que ahora se conoce como Irak, territorio que correspondía
antiguamente a Mesopotamia. Desde entonces y hasta principios del siglo xx, las
repercusiones ambientales de la agricultura al parecer fueron mínimas; sin
embargo, a partir de la Revolución Industrial y de la “revolución verde” el
impacto de la agricultura en el ambiente y en la salud humana se ha
recrudecido. Ciertamente, los problemas derivados de las prácticas agrícolas
son tan viejos como la agricultura misma, pero la diferencia radica en la
magnitud que actualmente alcanzan.
El impacto de la “revolución verde” en la producción mundial de
alimentos es innegable. Se entiende por “revolución verde” a los cambios
tecnológicos y al modo de practicar la agricultura como resultado de la
transferencia, innovación y difusión de desarrollos agrícolas
tecnológicos.
En las últimas cinco décadas, la agricultura mundial se ha
orientado hacia el paradigma de la “revolución verde”, la cual ha implicado un
incremento y dependencia de insumos sintéticos, intensificación y búsqueda de
una mayor tasa de retorno financiero. Sin embargo, con el afán de elevar
productividad y rentabilidad agrícola, se ha contribuido grandemente al
deterioro ambiental. Tanto la agricultura tradicional como la moderna o
industrial han tenido un efecto considerable en el ambiente. Los países
desarrollados han logrado aumentar de manera significativa y permanente los
rendimientos de sus cultivos, no así los subdesarrollados, en los cuales los
rendimientos van a la baja debido entre otras cosas al deterioro de los
recursos naturales. Los
principales retos que tienen que enfrentar la agricultura mundial, los
gobiernos y la sociedad en su conjunto, son los de satisfacer la demanda de
alimentos y mantener niveles sustentables de los recursos naturales (suelo,
agua, vegetación, fauna).
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